Tambo Colectivo, el trabajo intelectual se reconcilia con la tierra
Un centro cultural construido por los miembros de Colectivo 2 unirá los saberes teóricos con la labor manual y medioambiental.
domingo, 03 de noviembre de 2013



Sala de audiovisuales y biblioteca, con un mural realizado por el pintor Nicolás Urzagasti.
Alejandra Pau / La Paz
A la sombra de un árbol de retama descansan las cenizas de la actriz boliviana de cine Matilde Garvía. El lugar que rodea este espacio de memoria sentimental ha sufrido una metamorfosis en los últimos tres años para convertirse en un microcosmos donde intelectuales, investigadores y voluntarios han levantado con sus propias manos un centro cultural con un ajayu diferente.
A dos cuadras de la plaza Lira, en la calle Jaime Zudáñez 1322, se levanta -algo escondida- la nueva y reciclada construcción del Tambo Colectivo.
Se trata de un centro cultural creado por el Colectivo 2, un grupo de estudio nacido en la carrera de Sociología de la UMSA, que publicó el libro Principio Potosí Reverso, una respuesta disidente a la gran exposición de arte llamada Principio Potosí.
El terreno donde se alzaba una construcción de adobe disminuida casi a escombros fue otorgado en comodato al Colectivo 2 por su propietaria, la etnomusicóloga Gilka Wara Céspedes en agosto de 2010.
Gilka Wara enterró allí a su madre, una importante actriz que participó en la película boliviana Hacia la Gloria (1932), fue pionera de la radio en el país y esposa de Augusto Céspedes.
La metamorfosis ha finalizado y el centro cultural, que tendrá una biblioteca, cursos académicos y talleres de reciclaje, abrirá sus puertas el 16 de noviembre.
Fue en el transcurso de esa transformación -y sin afán de "misionerismo o vanguardismo” como ellos describen- que la labor intelectual de quienes forman parte del Colectivo 2, los "colectiveros”, empezó a complementarse con el trabajo en la tierra.
Haciendo adobes, limpiando basura acumulada durante dos décadas, sembrando y cosechando, comprendieron que ambas labores son complementarias.
La socióloga e historiadora Silvia Rivera es uno en los pilares del Colectivo 2, que tiene 16 miembros. Ella explica que en la actualidad todo está segmentado cuando, en realidad, se debería poder articular todas las fuentes de conocimiento.
"Es necesario romper la barrera que hay entre trabajo manual e intelectual. La idea es practicar la descolonización a través del cuerpo y eso no se dice, se hace. Es una práctica que nos hace bien, crea sentido de comunidad. Transpirar, acullicar y comer juntos brinda las condiciones óptimas para la discusión teórica y política”, relata.
Rompiendo barreras
La reconciliación con la Pachamama es palpable y se traduce en una carpa solar y dos huertos, uno de ellos llamado Planetario porque voluntarios de todas partes del mundo han trabajado ahí.
Esa coherencia se traslada también a la infraestructura, pues muchos de los materiales utilizados para levantarla fueron rescatados de los escombros y reutilizados. Además, se construyó un baño seco.
"Nuestra apuesta es lo chixi (gris en aymara) que nos toma en cuenta como personas complejas, donde planteamos que la herencia europea e indígena que tenemos no es una contradicción sino algo que se complementa”, explica la socióloga Ruth Bautista.
Es, sin duda, un tambo. Ese lugar en el que en el pasado las personas y viajeros se detenían a descansar y aprovisionarse de alimentos para seguir su camino y donde hoy los "colectiveros” y voluntarios mexicanos, polacos, argentinos y de otros países del mundo se detienen para reconectarse con la tierra.
"Lo que estamos haciendo es la antítesis del mundo actual en donde todo es desechable, a bajo costo y con poca durabilidad”, opina el pintor Nicolás Urzagasti, también miembro del Tambo.
En ese lugar se realizan tejidos con hilos de bolsas de plástico
(waxtas) y los primeros viernes de cada mes se practica la agricultura urbana y el reciclaje.
"El maestro constructor Gabriel (Ramos) fue quien dirigió la obra. Él impulsó que nosotros estemos aquí y nos desafió a que nos involucremos. Nos dimos cuenta del valor que tiene este trabajo, una labor que es invisible y que ahora ya no lo es para nosotros” , apunta el estudiante de sociología Marco Arnez.
Más allá de las ideas
La segunda planta muestra un mural, los pisos de madera y el techo asimétrico, listos para funcionar. Ahí estará la sala de audiovisuales y la biblioteca. Al mismo tiempo que se dan los últimos detalles al Tambo, los "colectiveros” trabajan en el número seis de su revista también llamada Colectivo 2.
Para realizar la construcción del centro cultural se contó con el apoyo de la Fundación Hermann, a través de dos becas de 6.000 dólares.
En la cocina que funciona con leña, o lorena, se elaboran los alimentos cosechados (hortalizas y tubérculos) en los huertos y la carpa solar que instalaron.
Acullicando, con ropa de trabajo y las manos en la tierra, lograron unir el trabajo intelectual con la tierra. Una tierra con valor sentimental donde descansa Garvía junto a kantutas y retamas.
Se logró "romper la disciplina y las disciplinas, trabajar en el cruce de fronteras para hacer que tenga más sentido la labor de las ciencias sociales para que no sean palabras huecas y frustrantes”, concluye Rivera.
A la sombra de un árbol de retama descansan las cenizas de la actriz boliviana de cine Matilde Garvía. El lugar que rodea este espacio de memoria sentimental ha sufrido una metamorfosis en los últimos tres años para convertirse en un microcosmos donde intelectuales, investigadores y voluntarios han levantado con sus propias manos un centro cultural con un ajayu diferente.
A dos cuadras de la plaza Lira, en la calle Jaime Zudáñez 1322, se levanta -algo escondida- la nueva y reciclada construcción del Tambo Colectivo.
Se trata de un centro cultural creado por el Colectivo 2, un grupo de estudio nacido en la carrera de Sociología de la UMSA, que publicó el libro Principio Potosí Reverso, una respuesta disidente a la gran exposición de arte llamada Principio Potosí.
El terreno donde se alzaba una construcción de adobe disminuida casi a escombros fue otorgado en comodato al Colectivo 2 por su propietaria, la etnomusicóloga Gilka Wara Céspedes en agosto de 2010.
Gilka Wara enterró allí a su madre, una importante actriz que participó en la película boliviana Hacia la Gloria (1932), fue pionera de la radio en el país y esposa de Augusto Céspedes.
La metamorfosis ha finalizado y el centro cultural, que tendrá una biblioteca, cursos académicos y talleres de reciclaje, abrirá sus puertas el 16 de noviembre.
Fue en el transcurso de esa transformación -y sin afán de "misionerismo o vanguardismo” como ellos describen- que la labor intelectual de quienes forman parte del Colectivo 2, los "colectiveros”, empezó a complementarse con el trabajo en la tierra.
Haciendo adobes, limpiando basura acumulada durante dos décadas, sembrando y cosechando, comprendieron que ambas labores son complementarias.
La socióloga e historiadora Silvia Rivera es uno en los pilares del Colectivo 2, que tiene 16 miembros. Ella explica que en la actualidad todo está segmentado cuando, en realidad, se debería poder articular todas las fuentes de conocimiento.
"Es necesario romper la barrera que hay entre trabajo manual e intelectual. La idea es practicar la descolonización a través del cuerpo y eso no se dice, se hace. Es una práctica que nos hace bien, crea sentido de comunidad. Transpirar, acullicar y comer juntos brinda las condiciones óptimas para la discusión teórica y política”, relata.
Rompiendo barreras
La reconciliación con la Pachamama es palpable y se traduce en una carpa solar y dos huertos, uno de ellos llamado Planetario porque voluntarios de todas partes del mundo han trabajado ahí.
Esa coherencia se traslada también a la infraestructura, pues muchos de los materiales utilizados para levantarla fueron rescatados de los escombros y reutilizados. Además, se construyó un baño seco.
"Nuestra apuesta es lo chixi (gris en aymara) que nos toma en cuenta como personas complejas, donde planteamos que la herencia europea e indígena que tenemos no es una contradicción sino algo que se complementa”, explica la socióloga Ruth Bautista.
Es, sin duda, un tambo. Ese lugar en el que en el pasado las personas y viajeros se detenían a descansar y aprovisionarse de alimentos para seguir su camino y donde hoy los "colectiveros” y voluntarios mexicanos, polacos, argentinos y de otros países del mundo se detienen para reconectarse con la tierra.
"Lo que estamos haciendo es la antítesis del mundo actual en donde todo es desechable, a bajo costo y con poca durabilidad”, opina el pintor Nicolás Urzagasti, también miembro del Tambo.
En ese lugar se realizan tejidos con hilos de bolsas de plástico
(waxtas) y los primeros viernes de cada mes se practica la agricultura urbana y el reciclaje.
"El maestro constructor Gabriel (Ramos) fue quien dirigió la obra. Él impulsó que nosotros estemos aquí y nos desafió a que nos involucremos. Nos dimos cuenta del valor que tiene este trabajo, una labor que es invisible y que ahora ya no lo es para nosotros” , apunta el estudiante de sociología Marco Arnez.
Más allá de las ideas
La segunda planta muestra un mural, los pisos de madera y el techo asimétrico, listos para funcionar. Ahí estará la sala de audiovisuales y la biblioteca. Al mismo tiempo que se dan los últimos detalles al Tambo, los "colectiveros” trabajan en el número seis de su revista también llamada Colectivo 2.
Para realizar la construcción del centro cultural se contó con el apoyo de la Fundación Hermann, a través de dos becas de 6.000 dólares.
En la cocina que funciona con leña, o lorena, se elaboran los alimentos cosechados (hortalizas y tubérculos) en los huertos y la carpa solar que instalaron.
Acullicando, con ropa de trabajo y las manos en la tierra, lograron unir el trabajo intelectual con la tierra. Una tierra con valor sentimental donde descansa Garvía junto a kantutas y retamas.
Se logró "romper la disciplina y las disciplinas, trabajar en el cruce de fronteras para hacer que tenga más sentido la labor de las ciencias sociales para que no sean palabras huecas y frustrantes”, concluye Rivera.
La inauguración del centro cultural
Apertura El 16 de noviembre el Centro Cultural Tambo Colectivo abrirá sus puertas a las 9:00 con un taller de reciclado, permacultura y pedagogía del adobe.
Muestra El artista peruano Aymar Ccopacatty, que participa en el SIART, mostrará su obra El Kusillo Posmoderno durante la tarde en la que también habrá un apthapi.
Una jornada Durante todo el día habrá actividades entre las que destaca una ecoferia con material escrito, productos y comida. La jornada culminará con un concierto de música contemporánea y autóctona a partir de las 19:00
Apertura El 16 de noviembre el Centro Cultural Tambo Colectivo abrirá sus puertas a las 9:00 con un taller de reciclado, permacultura y pedagogía del adobe.
Muestra El artista peruano Aymar Ccopacatty, que participa en el SIART, mostrará su obra El Kusillo Posmoderno durante la tarde en la que también habrá un apthapi.
Una jornada Durante todo el día habrá actividades entre las que destaca una ecoferia con material escrito, productos y comida. La jornada culminará con un concierto de música contemporánea y autóctona a partir de las 19:00
http://www.paginasiete.bo/gente/2013/11/3/tambo-colectivo-trabajo-intelectual-reconcilia-tierra-4961.html
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